El Consejo Español del Cerebro (CEC) ha presentado el Plan Español del Cerebro (PEC), una hoja de ruta clave para afrontar uno de los mayores retos sanitarios del siglo XXI
Los trastornos cerebrales, que engloban tanto las enfermedades neurológicas como los trastornos mentales, se han consolidado como uno de los principales desafíos para la salud pública a nivel global. Según un análisis reciente publicado en The Lancet Neurology, más de 3.400 millones de personas en todo el mundo vivían con alguna afección neurológica en 2021, lo que equivale a casi la mitad de la población mundial.
Conscientes de esta situación, el Consejo Español del Cerebro (CEC) ha presentado el Plan Español del Cerebro (PEC), una hoja de ruta clave para afrontar uno de los mayores retos sanitarios del siglo XXI. El acto de presentación, celebrado en la sede de la Organización Médica Colegial (OMC) en Madrid, ha contado con la asistencia de representantes del Gobierno, la comunidad científica, asociaciones de pacientes y profesionales sanitarios.
Promovido por el CEC —una entidad que agrupa a sociedades científicas, asociaciones de pacientes, investigadores, profesionales de la salud y representantes de la industria— el PEC busca situar la salud cerebral y la investigación en neurociencias como una prioridad estratégica nacional. Con este plan, se pretende impulsar políticas públicas coordinadas, fomentar la inversión en investigación y reforzar la atención integral a las personas afectadas, con un enfoque multidisciplinar y centrado en el paciente.
Situación en Europa y en España
En el ámbito europeo, se estima que más de 250 millones de personas padecen algún tipo de enfermedad cerebral, una carga que no solo deteriora la calidad de vida de los pacientes, sino que también impacta profundamente en sus familias y en la sostenibilidad de los sistemas sanitarios. De acuerdo con los últimos datos disponibles, las enfermedades neurológicas afectan a 179 millones de personas en Europa, mientras que los trastornos mentales alcanzan a más de 84 millones. Ambas categorías se encuentran entre las diez enfermedades no transmisibles más frecuentes.
El impacto de estos trastornos se traduce en una elevada carga de discapacidad: representan aproximadamente el 15% del total de años vividos con discapacidad (YLDs) en el continente europeo. Además, su contribución a la mortalidad es significativa, ya que son responsables del 6% de las muertes anuales en la región, y los trastornos mentales y del comportamiento, del 4%, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Eurostat.
En España, la situación es igualmente preocupante. Se estima que entre 21 y 24 millones de personas —cerca del 43% de la población— sufren algún trastorno neurológico, convirtiéndose en la primera causa de discapacidad y la segunda causa de muerte en el país. Por su parte, los trastornos psiquiátricos afectan al 29% de la población, una cifra superior a la media europea, atribuida en parte al progresivo envejecimiento demográfico.
En el ámbito laboral, los trastornos mentales constituyen ya la segunda causa de incapacidad laboral, y en su forma leve o moderada afectan al 70% de la población trabajadora en algún momento de su vida.
La importancia del cerebro
Durante la presentación del Plan Español del Cerebro (PEC), Eva Ortega Paíno, secretaria general de Investigación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, destacó la relevancia de esta iniciativa como una respuesta urgente y transformadora ante uno de los mayores desafíos científicos, clínicos y sociales del siglo XXI: la salud cerebral.
“La presentación del Plan Español del Cerebro representa mucho más que el lanzamiento de una estrategia. Es un punto de partida, una visión compartida para abordar uno de los mayores retos de nuestro tiempo”, afirmó Ortega Paíno, subrayando la importancia de situar este tema en el centro de la agenda pública y política.
La secretaria general recordó que la salud mental ha dejado de ser un tema estigmatizado para ocupar, con razón, un lugar prioritario. “Hablar del cerebro es hablar de salud mental, y eso implica hablar de dignidad, derechos, calidad de vida y también de inversión en ciencia”, señaló.
En este contexto, este Plan nace como “un proyecto estratégico, riguroso y profundamente transformador”, con una visión integradora centrada en fomentar el conocimiento interdisciplinar del sistema nervioso, impulsar la investigación básica y aplicada, y fortalecer los vínculos entre ciencia, clínica y sociedad. Ortega Paíno defendió también un enfoque traslacional: “Queremos que los avances científicos que se generan en los laboratorios se traduzcan de forma efectiva en tratamientos para los pacientes”.
Por su parte, Pedro Gullón, director de Salud Pública del Ministerio de Sanidad, subrayó la importancia de abordar la salud cerebral desde una perspectiva integral, que incluya tanto la salud mental como otros factores determinantes que afectan al cerebro. “A menudo hablamos de salud mental separada de otros aspectos de la salud cerebral. Este plan nos da la oportunidad de verlos en conjunto”, afirmó. El director de Salud Pública destacó especialmente dos áreas prioritarias para su departamento: la prevención y la calidad asistencial.
Como especialista en medicina preventiva, Gullón puso el foco en la necesidad de estrategias amplias que vayan más allá del sistema sanitario y aborden los determinantes sociales de la salud. “Estamos muy interesados en enfoques como el de ‘salud en todas las políticas’, porque muchos de los factores que afectan a nuestra salud cerebral no están en manos del Ministerio de Sanidad, sino en políticas de vivienda, urbanismo o economía”, explicó.
También destacó políticas públicas concretas como la prevención del consumo de alcohol y tabaco, áreas en las que se está trabajando de forma activa. “Tenemos ya un nuevo real decreto sobre tabaco en fase de audiencia en la Unión Europea y una nueva ley prácticamente terminada. Estas medidas tienen un impacto directo sobre la salud cerebral de la población, especialmente en los más jóvenes”, remarcó.
Avanzar hacia cuidados centrados en la persona
En cuanto a la calidad asistencial, Gullón celebró el momento actual como una oportunidad única. “Estamos en un contexto donde se habla más de salud mental, lo que nos permite poner estos temas en la agenda política y desarrollar políticas públicas eficaces”, señaló.
En esta línea, destacó la aparición de nuevas herramientas diagnósticas y tratamientos, así como la necesidad de incorporar estos avances en la práctica clínica de forma coordinada con las comunidades autónomas. “Tenemos que avanzar con base en la evidencia científica y garantizar que estas innovaciones lleguen a las personas que las necesitan”, afirmó. También hizo énfasis en el desarrollo de un marco sociosanitario sólido, especialmente importante para las personas que requieren cuidados a largo plazo tras eventos agudos o enfermedades crónicas.
Así, Gullón reflexionó sobre el cambio cultural en el sistema sanitario, que empieza a centrarse más en el cuidado que en la simple curación. “A veces no podemos curar, pero siempre podemos acompañar. Ese debe ser nuestro objetivo: cuidar a las personas”, concluyó.
Ejes sobre los que discurre el Plan
Mara Parellada, presidenta de la Comisión Nacional de Psiquiatría Infanto-Juvenil, destacó la magnitud del impacto de los trastornos neurológicos en la sociedad: “Casi la mitad de la población tiene un trastorno neurológico. Por cada persona con un trastorno neurológico, hay varias personas afectadas, cuidando o viendo su vida y autonomía repercutidas”. Esta realidad pone de manifiesto que “somos toda la población española la que nos vemos afectados por los problemas neurológicos”.
Además, al considerar también los trastornos de salud mental, Parellada añadió que “un 30% más de la población se ve afectada”, y subrayó que “la mayoría de las veces estas no son personas distintas, sino que podemos tener en un momento dado un trastorno neurológico y en otro momento un trastorno de salud mental”. Esto refleja la interconexión y complejidad de los trastornos cerebrales, siguiendo las corrientes internacionales y europeas que enfatizan la necesidad de “prevenir, proteger y fomentar la mejor salud cerebral posible”.
Por su parte, Mara Dierssen, presidenta del Consejo Español del Cerebro, aportó un enfoque complementario, resaltando la importancia de abordar la salud cerebral desde una perspectiva global y científica. Subrayó que “es fundamental tener datos, conocer en qué situación estamos, una foto fija que no tenemos”, y lamentó que en España “no hay registros unificados ni de prevalencia, ni de continuidad o historia natural de las enfermedades”. Esta carencia limita la capacidad para diseñar políticas efectivas y para monitorizar la evolución de los trastornos.
En cuanto a la atención clínica, Parellada y Dierssen coincidieron en que aunque el nivel de diagnóstico y tratamiento está “a la par con muchos países europeos”, existen áreas clave para mejorar. Parellada insistió en la detección temprana y en la continuidad asistencial, lamentando que “dependa de dónde viva uno el acceso a los servicios, lo que genera desigualdades”. En este sentido, Dierssen apuntó que es necesario “establecer modelos intersectoriales en etapas tempranas socioeducativas y sociosanitarias, entre todos los sectores”, para ofrecer cuidados armonizados que eviten la fragmentación.
La investigación en neurociencia también se encuentra en un momento crucial. Según Dierssen, España cuenta con “ejemplos de excelencia científica, pero la investigación está atomizada”. Para avanzar, es necesario “más dinero, una infraestructura nacional de investigación cerebral, y mejorar los ensayos clínicos académicos, reduciendo trabas administrativas y fomentando colaboraciones público-privadas”.
La promoción de la salud cerebral y la prevención son otros pilares fundamentales: “Sabemos muchos factores de riesgo para trastornos cerebrales, como el riesgo cardiovascular, el azúcar o la polución, que afectan de forma muy negativa la salud cerebral”, indicó Dierssen, por lo que se debe “formar a futuros médicos, científicos y personal de salud en general, y desarrollar campañas de educación dirigidas a la población”.
Impacto económico
Por último, Álvaro Hidalgo Vega, presidente de la Fundación Weber, aportó una perspectiva económica esencial sobre la salud cerebral y su impacto global. “Cuando un economista analiza la salud, solemos fijarnos en tres focos principales: la carga de la enfermedad, el coste de los cuidados informales y el impacto en la calidad de vida de los pacientes y su entorno”, explicó. Sobre la carga, enfatizó que “el impacto de las enfermedades cerebrales es tremendamente importante: afecta a más del 40% de la población, supone más del 8% del PIB y genera una mortalidad superior al 10%”.
Además, Hidalgo subrayó que “estas patologías no solo afectan al paciente, sino también a su entorno familiar, con bajas laborales, pérdida de productividad y una alta carga para los cuidadores”. Por eso, “hay que construir métricas que permitan cuantificar el impacto global de las enfermedades cerebrales, no solo en el sistema sanitario, sino en la sociedad en general, incluyendo aspectos intangibles como el sufrimiento, el dolor y el estigma, que también debemos valorar económicamente”, aseguró.