Investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona y una de las grandes especialistas en síndrome de Down, Dierssen ha dedicado su carrera a entender cómo funciona el cerebro y encontrar formas de potenciar sus capacidades
¿Es inevitable que nuestra mente envejezca mal? ¿Podemos aprender a los 70 años con la misma eficacia que a los 20? ¿Qué relación existe entre el síndrome de Down y el Alzheimer? La neurobióloga Mara Dierssen (Santander, 1961), experta en plasticidad cerebral —la capacidad del cerebro para adaptarse, aprender y reorganizarse a lo largo de la vida—, lleva más de tres décadas investigando para responder a estas preguntas. Sostiene que el cerebro mantiene una gran capacidad de cambio incluso en edades avanzadas, y que puede activarse a través del aprendizaje, la creatividad o las relaciones sociales. Aun así, admite que todavía quedan muchos misterios por resolver.
Dierssen ha convertido el estudio del síndrome de Down en una vía clave para entender mejor el envejecimiento cognitivo. “El 90% de quienes tienen síndrome de Down desarrollan Alzheimer de forma precoz, un hallazgo fundamental para avanzar en la comprensión de esta enfermedad”, afirma. Expresidenta de la Sociedad Española de Neurociencia y reconocida mundialmente por su trayectoria científica en el campo de la Neurobiología, actualmente lidera el Plan Español del Cerebro, una estrategia para fomentar la salud mental desde la infancia hasta la vejez. Además de investigadora, Dierssen es también música: desde 2005 forma parte de From Lost To The River, una banda que fusiona jazz, rock y ciencia para promover la inclusión y la solidaridad a través del arte.
¿Es inevitable perder memoria y agilidad mental con la edad?
No, la pérdida de memoria no es inevitable. Con el tiempo, algunos procesos biológicos afectan la plasticidad cerebral, pero su impacto varía de persona a persona. La genética juega un papel, pero lo que realmente marca la diferencia es cómo hemos cuidado nuestro cerebro a lo largo de la vida. Mantener una mente activa y saludable ayuda a conservar la agilidad mental incluso en edades avanzadas.
¿Qué diferencia hay entre un olvido normal y un deterioro cognitivo?
Un olvido normal es algo cotidiano, como olvidar dónde dejaste las llaves. El deterioro cognitivo, en cambio, va más allá. Lo que llamamos el “deterioro cognitivo leve” refleja un déficit real en las funciones mentales, y aunque en un primer estadio no afecta gravemente la autonomía de la persona, puede ser un paso hacia la demencia.
Un olvido normal es algo cotidiano, como olvidar dónde dejaste las llaves. El deterioro cognitivo, en cambio, va más allá
¿Qué le parece la comparación que muchas veces se utiliza de que el cerebro es un músculo que debe ejercitarse?
No me convence del todo, ya que el cerebro es mucho más complejo que un músculo. Aunque, al igual que los músculos, necesita actividad para mantenerse en forma, su funcionamiento es mucho más sofisticado. El cerebro está compuesto por alrededor de 86.000 millones de neuronas que se comunican entre sí, creando redes que nos permiten pensar, sentir, recordar y movernos. Más que ejercitarlo como un músculo, lo que realmente necesita es un entorno estimulante y emocionalmente significativo para mantener su plasticidad y funcionar de manera óptima a lo largo del tiempo.
Empezó investigando el envejecimiento cerebral y luego se especializó en el síndrome de Down…
En realidad, fue en paralelo. Mi director de tesis tenía una hija con síndrome de Down, y eso despertó mi interés. Cuando surgieron modelos animales viables, vimos la oportunidad de estudiar científicamente la trisomía 21, que es la alteración genética que causa este síndrome. Desde entonces, llevamos más de 30 años trabajando en ello.
¿Qué podemos aprender sobre el envejecimiento estudiando el síndrome de Down?
Muchísimo. El 90% de las personas con síndrome de Down desarrollan Alzheimer a una muy edad temprana, lo que nos permite estudiar el origen de la enfermedad desde sus primeras etapas. Además, muchos de los genes relacionados con el síndrome de Down también están implicados en el Alzheimer en personas sin esta condición, lo que abre nuevas líneas de investigación para tratar la enfermedad y el envejecimiento. Curiosamente, también hemos descubierto que las personas con síndrome de Down tienen cierta protección frente a algunos tumores y enfermedades cardiovasculares. Todo esto nos hace pensar que quizá haya mecanismos protectores en su biología que hay que investigar y podrían ayudarnos a envejecer mejor.
¿Cuál ha sido su aprendizaje estando cerca de personas con síndrome de Down?
Me han enseñado fortaleza, entusiasmo, sentido del humor y una resiliencia admirable. Su manera de afrontar la vida te cambia la mirada. Además, trabajamos muy de cerca con asociaciones y familias, y siempre compartimos con ellos los avances de nuestras investigaciones. Para mí, es fundamental recordar que detrás de cada experimento, de cada tubo de ensayo, hay personas reales, con historias y sueños. Esa conexión humana le da sentido a todo lo que hacemos.
Cuidar el cerebro no debe empezar a los 70 años, sino mucho antes
¿Cree que nos falta empatía hacia quienes piensan o son distintos?
Vivimos en una sociedad egoísta que a menudo no valora la diferencia, como se ve en el edadismo. Las personas mayores sufren prejuicios y desaprovechamos su talento y experiencia acumulada. Fomentar la empatía y reconocer la diversidad es clave para cambiar esta dinámica.
¿Qué avances recientes pueden cambiar la manera de envejecer nuestro cerebro?
Estudios como FINGER, realizado en Finlandia, que demostró que un estilo de vida saludable —basado en buena alimentación, ejercicio, estimulación cognitiva y control de factores de riesgo— puede prevenir o retrasar el deterioro cognitivo en personas mayores. Este modelo ha sido tan eficaz que se está replicando en varios países. Desde el Consejo Español del Cerebro hemos lanzado también el Plan del Cerebro, una iniciativa para fomentar la salud cerebral desde edades tempranas, porque cuidar el cerebro no debe empezar a los 70 años, sino mucho antes. Estos enfoques preventivos pueden cambiar radicalmente nuestra manera de envejecer.
Además de investigadora, es usted una gran divulgadora. ¿Por qué sigue siendo tan difícil comunicar ciencia al gran público?
Durante mucho tiempo, la divulgación no se consideraba una labor profesional dentro de la ciencia, aunque eso, afortunadamente, está cambiando. Aun así, sigue siendo un reto. Me apasiona enseñar y compartir conocimiento, pero para que el mensaje llegue, hay que traducir la complejidad sin perder el rigor. Eso significa evitar tecnicismos y usar metáforas que conecten con la vida real. Si no lo hacemos, perdemos al público. La divulgación debe ser un puente entre la ciencia y la curiosidad de las personas.
En su libro El cerebro del artista reflexiona sobre la creatividad. ¿Cree que envejece con nosotros o se mantiene viva toda la vida?
No, la creatividad no tiene edad. Es una capacidad humana que nos acompaña toda la vida. Aunque es difícil medirla científicamente, sabemos que actividades como la música, la pintura o la escritura estimulan el cerebro de forma muy poderosa. La música, en particular, tiene un impacto intenso tanto emocional como cerebral. Por eso, cultivar la creatividad es también una forma de cuidar la mente, en cualquier etapa de la vida.
La oferta educativa para mayores es aún escasa y, a menudo, poco atractiva; no deberíamos hacer distinciones por edad
¿Cree que la jubilación puede ser una etapa para seguir aprendiendo?
Por supuesto. La jubilación debería ser una oportunidad para hacer todo aquello que no pudiste antes: explorar nuevas experiencias, descubrir sentidos distintos, vivir emociones nuevas. Aprender no es solo adquirir conocimientos, es también una forma de vivir plenamente y mantenerse conectado con el mundo.
¿Qué le diría a un lector de 70 años que cree que ya es tarde para aprender?
Le diría que nunca es tarde. La plasticidad cerebral sigue presente a cualquier edad, siempre que haya motivación. Aprender algo nuevo, como un idioma, asistir a clases, interactuar con personas distintas o probar actividades diferentes, todo eso ayuda a mantener el cerebro activo y en constante evolución. La edad no es un límite, sino una oportunidad para seguir creciendo y aprendiendo.
Y, ¿cómo se puede mejorar la educación para mayores?
La oferta educativa para mayores es aún escasa y, a menudo, poco atractiva. No deberíamos hacer distinciones por edad; debería haber programas accesibles para todas las generaciones. Actividades como la programación, la pintura o los debates, sin prejuicios ni barreras, serían ideales. La clave es salir de la zona de confort y fomentar el aprendizaje continuo, sin importar la etapa de la vida en la que nos encontremos.
¿Qué herramientas considera útiles para entrenar el cerebro: ¿programas específicos, meditación…?
Algunos programas de entrenamiento cerebral pueden funcionar, pero requieren mucha constancia. Personalmente, creo que lo más eficaz es mantener la mente activa: aprender siempre, debatir, relacionarse, seguir siendo curioso. La curiosidad es el mejor entrenamiento. Y la meditación también ayuda mucho: aunque parezca pasiva, es un proceso muy activo. El cerebro trabaja intensamente cuando no parece estar haciendo nada; es ahí donde muchas veces surge la creatividad.
Creo que lo más eficaz es mantener la mente activa: aprender siempre, debatir, relacionarse, seguir siendo curioso
Hoy en día se habla mucho del propósito de vida y el estrés, ¿qué papel juegan en la salud cerebral?
El propósito influye mucho, aunque no es fácil de medir a nivel científico. Tener una actitud vital positiva impacta en la salud general, incluso en procesos físicos como el desarrollo de enfermedades. Hay una comunicación constante entre cuerpo y cerebro. En cambio, el estrés es devastador para el cerebro, y no solo en personas mayores. En campos como la investigación, por ejemplo, hay una presión enorme que afecta sobre todo a los más jóvenes. Es urgente repensar el sistema para proteger la salud mental.
A usted, por ejemplo, ¿qué le da sentido a lo que hace?
Mi familia, la música y, por supuesto, la ciencia. Ser científica transforma tu forma de mirar el mundo. Me siento una auténtica privilegiada por poder dedicarme a algo que me apasiona y que puede mejorar vidas.
Actualmente, usted canta en un grupo de rock benéfico. ¿Qué le aporta la música?
Muchísimo. Empecé cantando música barroca, pero ahora tengo la suerte de formar parte de un grupo de pop-rock solidario. Usamos la música para recaudar fondos para la investigación, y cada concierto es una experiencia inolvidable. Cantar para personas con síndrome de Down, por ejemplo, es emocionante: su entusiasmo y entrega son contagiosos. Saber que esa energía sirve para apoyar causas importantes da a la música un sentido aún más profundo. Para mí, arte y ciencia pueden ir de la mano para cambiar el mundo.
Un consejo o recomendación para nuestros lectores.
Como decía nuestro querido Ramón y Cajal: “El hombre es, en cierta medida, escultor de su propio cerebro”. Y eso es algo que debemos asumir con responsabilidad. La salud cerebral no depende solo de la genética, sino —y en gran parte— de nuestras decisiones diarias: lo que aprendemos, lo que sentimos, lo que compartimos. Por eso es fundamental cultivarla desde todos los ámbitos, especialmente a través de la educación y la divulgación. Necesitamos una verdadera cultura del cuidado del cerebro, a lo largo de toda la vida.